14 de Septiembre
La fiesta del Triunfo de la Santa
Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Santa Cruz obtenida en el año
614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la
habían robado de Jerusalén.
Al llegar de nuevo la Santa Cruz a
Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido
con todos los lujosos ornamentos reales, y de pronto se dió cuenta de que no
era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo:
"Es que todo ese lujo de vestidos que lleva, están en desacuerdo con el
aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas
calles".
Entonces el emperador se despojó de
su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las
calles y pudo seguir en la piadosa procesión.
La Santa Cruz (para evitar nuevos
robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a
Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén.
Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias
del mundo entero, que se llamaron "Veracruz"(verdadera cruz).
Nosotros recordamos con mucho
cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor
Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras
inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.
A San Antonio Abad (año 300, fiesta
el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas
tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió
hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le
llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el
enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la
cruz para librarse de males.
De una gran santa se narra que
empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se
disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: "Si Usted
no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio".
Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: "La
tristeza no produce ningún fruto bueno". Y le aconsejó: "Cada vez que
le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz". La santa
empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de
tristeza.
Cuando Nuestra Señora se le
apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al
ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los
dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo
Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde
el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios
terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo
hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido
dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.
Mire a la gente cuando pasa por
frente a una iglesia. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que
más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo la haremos de hoy en
adelante?
Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, quiero
hacer con más devoción y más despacio mi señal de la Cruz.
Lope
de Vega. A Cristo en la Cruz.
¿Quién es aquel Caballero
herido por tantas partes,
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?
«Jesús Nazareno» dice
aquel rétulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!
Después del nombre y la patria,
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?
Dos cetros tiene en las manos,
mas nunca he visto que claven
a los reyes en los cetros
los vasallos desleales.
Unos dicen que si es Rey,
de la cruz descienda y baje;
y otros, que salvando a muchos,
a sí no puede salvarse.
De luto se cubre el cielo,
y el sol de sangriento esmalte,
o padece Dios, o el mundo
se disuelve y se deshace.
Al pie de la cruz, María
está en dolor constante,
mirando al Sol que se pone
entre arreboles de sangre.
Con ella su amado primo
haciendo sus ojos mares,
Cristo los pone en los dos,
más tierno porque se parte.
¡Oh lo que sienten los tres!
Juan, como primo y amante,
como madre la de Dios,
y lo que Dios, Dios lo sabe.
Alma, mirad cómo Cristo,
para partirse a su Padre,
viendo que a su Madre deja,
le dice palabras tales:
Mujer, ves ahí a tu hijo
y a Juan: Ves ahí tu Madre.
Juan queda en lugar de Cristo,
¡ay Dios, qué favor tan grande!
Viendo, pues, Jesús que todo
ya comenzaba a acabarse,
Sed tengo, dijo, que tiene
sed de que el hombre se salve.
Corrió un hombre y puso luego
a sus labios celestiales
en una caña una esponja
llena de hiel y vinagre.
¿En la boca de Jesús
pones hiel?, hombre, ¿qué haces?
Mira que por ese cielo
de Dios las palabras salen.
Advierte que en ella puso
con sus pechos virginales
una ave su blanca leche
a cuya dulzura sabe.
Alma, sus labios divinos,
cuando vamos a rogarle,
¿cómo con vinagre y hiel
darán respuesta süave?
Llegad a la Virgen bella,
y decirle con el ángel:
«Ave, quitad su amargura,
pues que de gracia sois Ave».
Sepa al vientre el fruto santo,
y a la dulce palma el dátil;
si tiene el alma a la puerta
no tengan hiel los umbrales.
Y si dais leche a Bernardo,
porque de madre os alabe,
mejor Jesús la merece,
pues Madre de Dios os hace.
Dulcísimo Cristo mío,
aunque esos labios se bañen
en hiel de mis graves culpas,
Dios sois, como Dios habladme.
Habladme, dulce Jesús,
antes que la lengua os falte,
no os desciendan de la cruz
sin hablarme y perdonarme.
herido por tantas partes,
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?
«Jesús Nazareno» dice
aquel rétulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!
Después del nombre y la patria,
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?
Dos cetros tiene en las manos,
mas nunca he visto que claven
a los reyes en los cetros
los vasallos desleales.
Unos dicen que si es Rey,
de la cruz descienda y baje;
y otros, que salvando a muchos,
a sí no puede salvarse.
De luto se cubre el cielo,
y el sol de sangriento esmalte,
o padece Dios, o el mundo
se disuelve y se deshace.
Al pie de la cruz, María
está en dolor constante,
mirando al Sol que se pone
entre arreboles de sangre.
Con ella su amado primo
haciendo sus ojos mares,
Cristo los pone en los dos,
más tierno porque se parte.
¡Oh lo que sienten los tres!
Juan, como primo y amante,
como madre la de Dios,
y lo que Dios, Dios lo sabe.
Alma, mirad cómo Cristo,
para partirse a su Padre,
viendo que a su Madre deja,
le dice palabras tales:
Mujer, ves ahí a tu hijo
y a Juan: Ves ahí tu Madre.
Juan queda en lugar de Cristo,
¡ay Dios, qué favor tan grande!
Viendo, pues, Jesús que todo
ya comenzaba a acabarse,
Sed tengo, dijo, que tiene
sed de que el hombre se salve.
Corrió un hombre y puso luego
a sus labios celestiales
en una caña una esponja
llena de hiel y vinagre.
¿En la boca de Jesús
pones hiel?, hombre, ¿qué haces?
Mira que por ese cielo
de Dios las palabras salen.
Advierte que en ella puso
con sus pechos virginales
una ave su blanca leche
a cuya dulzura sabe.
Alma, sus labios divinos,
cuando vamos a rogarle,
¿cómo con vinagre y hiel
darán respuesta süave?
Llegad a la Virgen bella,
y decirle con el ángel:
«Ave, quitad su amargura,
pues que de gracia sois Ave».
Sepa al vientre el fruto santo,
y a la dulce palma el dátil;
si tiene el alma a la puerta
no tengan hiel los umbrales.
Y si dais leche a Bernardo,
porque de madre os alabe,
mejor Jesús la merece,
pues Madre de Dios os hace.
Dulcísimo Cristo mío,
aunque esos labios se bañen
en hiel de mis graves culpas,
Dios sois, como Dios habladme.
Habladme, dulce Jesús,
antes que la lengua os falte,
no os desciendan de la cruz
sin hablarme y perdonarme.
Reliquia de mayor tamaño de la Cruz de Cristo
venerada en España, en el monasterio de Santo Toribio de Liébana en Cantabria y
María Santísima de la Encarnación y Esperanza en su atavío de luto del pasado
año 2016.
(ewtn.com)
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