iuxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
Con estos versos comenzaba el venerable fraile franciscano Jacopo da Todi la secuencia Stabat Mater, bellisimo himno compuesto a los Dolores de Nuestra Señora. Dolores que han inspirado una profunda piedad en el pueblo cristiano y que desde el origen están tan presentes en la devoción de los cofrades.
La actual festividad litúrgica del 15 de septiembre tiene su origen en la baja Edad Media, concretamente en el siglo XII, en Alemania debido a las reflexiones de místicos que alentaban la piedad popular entorno a la contemplación de la Pasión del Señor y el sufrimiento de la Virgen.
Como memoria litúrgica es introducida por el Sínodo Provincial de Colonia en 1423, el tercer viernes después de Pascua. Anteriormente ya se había producido en 1240 en Florencia la fundación de una orden religiosa dedicada a los Dolores de la Virgen, esta congregación es la de los Siervos de Nuestra Señora, mas popularmente conocidos como Servitas. Esta orden tiene como carisma los votos evangélicos propios de cualquier orden mendicante y unido a ello una especial consideración de los Dolores de María. De esta orden surgen varios ejercicios de piedad, tal vez el mas conocido sea la corona de los Siete Dolores (de la que hablaremos detalladamente mas tarde), constituyéndose como una suerte de versión dolorosa del Rosario dominico.
El papa Benedicto XIII extendió su celebración a toda la Iglesia en 1727, en el viernes inmediatamente anterior al Domingo de Ramos, popularmente conocido como viernes de Dolores. Por otra parte la Orden Servita obtuvo del pontífice Inocencio XI permiso para celebrar su fiesta propia a los Dolores de la Virgen en el tercer domingo de septiembre. Y finalmente, en 1814, Pio VII decretó la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre; relacionada con la festividad de la Exaltación de la Cruz que desde antiguo se celebraba el 14 del mismo mes.
Con las directrices emanadas del Concilio Vaticano II, se deciden suprimir las fiestas duplicadas, esto es, las que conmemoran un mismo santo o misterio dos veces en el año. Como ejemplo podemos citar un caso cordobés, el de San Rafael que tenia dos fiestas solemnes en la ciudad 7 de mayo y 24 de octubre, suspendiéndose la de mayo en favor de la que conocemos. Pues algo similar ocurre con esta festividad. En el calendario se queda exclusivamente la festividad del 15 de septiembre en detrimento del tradicional viernes de dolores. No obstante, en los lugares donde tuviese mucho arraigo se permitió seguir celebrando ese día.
En nuestro ámbito cofrade es muy familiar esta fecha, ya que en ella no solo se celebra Nuestra Señora de los Dolores sino todas las que están relacionadas con la Pasión, tales como: Angustias, Soledad, Amargura, Penas o Tristezas. Es por ello que dentro del mundo cofradiero, tanto el 15 de septiembre como en su defecto según la localidad, el recuerdo de los Dolores de María está muy marcado en nuestro recuerdo. Ademas que un culto tan propio como el septenario, establece precisamente ese periodo de días en razón a los Siete Dolores. Estos septenarios no son simples actos para realizar ejercicios de piedad a María, sino una forma eficaz de acercamiento a su figura, y un medio optimo para presentar a María en la obra redentora de Cristo y de la Iglesia. Y así conseguir que los fieles nos sintamos movidos a acercarnos a la Penitencia y a la Eucaristía y celebrar con fruto la fiesta principal.
Como ya hemos dicho, la Orden Servita creo un ejercicio piadoso, la Corona de los Siete Dolores, donde se hace a manera del rosario dominico un itinerario por los principales sufrimientos que afligieron a Nuestra Madre. Algunos de estos pasajes cambiaron a lo largo del tiempo quedados definitivamente los que detallamos a continuación:
1° La profecía de Simeón.
2° La huida a Egipto.
3° La pérdida de Jesús Niño en Jerusalén.
4° La Cruz a cuestas.
5° La crucifixión y muerte de Jesús.
6° La Virgen con Jesús muerto en sus brazos.
7° La soledad de María.
2° La huida a Egipto.
3° La pérdida de Jesús Niño en Jerusalén.
4° La Cruz a cuestas.
5° La crucifixión y muerte de Jesús.
6° La Virgen con Jesús muerto en sus brazos.
7° La soledad de María.
Como vemos nos todos se refieren a la Pasión del Señor, algunos se refieren a episodios de la Infancia, como el que en la Presentación en el templo Simeón le presagia que un puñal le atravesaría el alma. Y que por si solo constituye de modo simbólico al desarrollo de la iconografía del corazón traspasado por siete puñales, o bien el puñal que podemos contemplar sobre el pecho de las imágenes de nuestras dolorosas.
En la practica esta corona es muy similar al rosario, solo que que en de cinco decenas, son siete septenas y que se suprime la recitación del gloria. Finaliza con una letanía propia a los Dolores de María.
Este ejercicio de piedad tal vez sea el más común y conocido, pero sin duda no es el único. Según el Directorio para la Piedad Popular, publicado por el Vaticano en 2002, en sus números 145 y 147, expresa distintas formas de piedad entorno a los Dolores, algunas presentes en nuestra tierra como la costumbre malagueña de visitar a las dolorosas vestidas de luto el Viernes Santo, para recibir el “pésame” de los fieles. Todas estas formas de piedad son altamente queridas por los cofrades ya que forman parte de la idiosincrasia propia de nuestro ser, y de el de nuestras señeras corporaciones.
Como vemos la contemplación de los Dolores de la Virgen, así como la trayectoria histórica de su festividad litúrgica es muy rica, conozcamos y adentrémonos en el tesoro de fe que guardan nuestras hermandades y cofradías y vivamos con ferviente devoción el recuerdo de esos Dolores en este día; que más allá de ser un triste recuerdo, son una esperanzadora realidad, ya que María como Madre, padece y sufre con nosotros todo cuanto nos aflige.
Gabriel Zapata
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