Celebramos en el día de
hoy la solemnidad de la Natividad de María Santísima. Esta fiesta, en la cual
rememoramos el nacimiento de la Madre de Dios, es uno de los días grandes de la
liturgia. A pesar de que este hecho, y sus detalles, no viene recogido en los
Evangelios canónicos, y las lecturas que escucharemos en nuestros templos no
harán alusión directa al mismo, es vital en nuestra Fe, ya que complementa al
dogma de la Inmaculada Concepción, que celebramos con solemnidad nueve meses
antes, siendo obviamente una continuación directa. La Natividad de María
significa para nosotros el inicio de su andadura admirable en nuestra tierra,
durante la cual se destacó entre el resto de los mortales, siendo ello clara
muestra de su predestinación por Dios, manifestada desde el primer instante de
su existencia.
El pueblo fiel, desde
hace siglos, tomó conciencia de la gran importancia que posee este día, además
de su situación privilegiada en el calendario, que permite la realización de
numerosas romerías y festejos. El profundo amor de nuestros antepasados a la
que es Reina de Cielos y Tierra motivó que, en tal día, sean multitud el número
de patronas de incontables localidades que salgan a bendecir sus calles, además
de procesiones con imágenes letíficas y prácticas de profunda piedad como son
rosarios procesionales o besamanos. En este día, Pedroche celebrará a su Virgen
de Piedrasantas, recibiendo el profundo cariño de sus hijos en su Santuario
después de unos días de estancia en el municipio.
Los cofrades, fieles
devotos y amantes de Nuestra Madre Celestial, la honramos en esta conmemoración
acudiendo a actos piadosos o a triunfales salidas procesionales que en nosotros
excitan las más fervientes pasiones y emociones, desatando una multitud de sentimientos
nacidos del corazón, y, más concretamente del auténtico amor que le profesamos
a la Madre de Dios. No somos (digo más, no podemos ser) indiferentes ante día
tan grande. La mirada cofrade se dirigirá a la capital, que festeja a su
copatrona, la Virgen de la Fuensanta; o a Cabra, con la Virgen de la Sierra,
que atrae a la devoción a una multitud de devotos de la amplia comarca de la
Subbética. Cantillana, pueblo sevillano que se ha ganado la fama de ser uno de
los lugares donde más se quiere a la Virgen, se hará delirio y locura con la
Divina Pastora. También Villaverde del Río sacará en magnífica custodia de
plata a la pequeña Virgen de Aguas Santas. Utrera felicitará a la Virgen de
Consolación en su festividad, una de las grandes devociones de la provincia
sevillana, al igual que Lora del Río con su Virgen de Setefilla. Málaga se
echará a la calle con Nuestra Señora de la Victoria, patrona de la ciudad y
diócesis. En la campiña de Jaén, entre un mar de olivos, el pueblo de
Torredonjimeno rendirá merecidos honores a su Patrona y Reina, la Santísima
Virgen de Consolación. Igualmente, recibirán en sus manos besos de amor filial
la Virgen del Socorro de Córdoba, entre otras muchas…
En definitiva, un día de
crucial importancia para todos los que amamos y consideramos a María la Reina
de nuestras vidas. Sin temor a equivocarme, e independientemente de las
devociones, gustos y preferencias locales de cada cual, debo decir
(justificándome en lo anteriormente expuesto) que el 8 de septiembre es día de
la Virgen con todos los privilegios y letras. En esta jornada, Ella es honrada
en múltiples puntos de nuestra geografía por infinidad de devotos que le
demuestran su incondicional y ferviente Fe. Debemos darle la importancia que se
merece, y promover en lugares donde no se realicen celebraciones este día, la
práctica de ellas. No es tan difícil, es cierto que hay quien es reacio a
nuevas iniciativas o propuestas por no haberse celebrado nunca, pero siempre
hay una primera vez, y debe concederse oportunidad a nuevos actos, que no
tienen otras finalidad que acrecentar la auténtica Fe cristiana, a la cual nos
sería muy difícil llegar sin nuestra devoción mariana, que es el apoyo y el
incentivo que nos conduce a la compresión y la convicción de la Fe. Ella es
nuestro apoyo, el “camino seguro que nos lleva hacia Dios”, como tantas veces
nuestra Iglesia la ha proclamado, afirmación que se hace plenamente certera por
ejemplo, en nosotros, los jóvenes, y cofrades.
Nuestra
Señora de la Encarnación y Esperanza, aclamada hoy como Bendita Hija de Santa
Ana, es vía que nos conduce, y pilar que nos mantiene en la Fe.
La cercanía de su bendita presencia, causaría aún más intensidad en nuestras
convicciones, ya firmes; además de los múltiples beneficios y bienes
espirituales que reportaría este hecho a tantas personas, que de la mano de
Nuestra Madre, y arraigados en su devoción, llegasen a la Fe, tal y como a
nosotros nos ha sucedido en nuestra vida, gracias a Ella.
Y precisamente la forma
más eficaz de inculcar esa devoción es potenciar días tan señalados como el de
hoy, con actos o cultos tales como una solemne función, un rosario público… que
hagan tomar conciencia a nuestros conciudadanos de la auténtica importancia de
las solemnidades de la Virgen. Y por supuesto, siempre en torno a María
Santísima de la Encarnación y Esperanza, fuente de nuestra Fe y devoción, en cuya
hermosísima y bendita imagen la vemos plenamente a Ella, a la Madre de Dios.
(Relieve monumental de la fachada norte de la Catedral
de Baeza con el tema de la Natividad de la Virgen).
Diego Antonio Linde
Gutiérrez.
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